Traducción de Emilia Tamayo, Editora de Traducciones
Última actualización el 17 de febrero del 2020
Los nombres y lugares en esta historia se han cambiado para proteger identidades vulnerables
¿Qué significa ser indocumentada o “ilegal” en una tierra que fue robada?
María Isabel tenía diez años cuando se venció su visa de visitante en los Estados Unidos. Había llegado a este país a los cuatro años con sus padres y su hermana mayor, en busca de mejores oportunidades, como lo hicieron las múltiples generaciones anteriores de inmigrantes que han llegado a los Estados Unidos desde su formación. Hoy ella es orgullosamente una Smithie y pertenece a la primera generación en su familia que se graduará de la universidad.
“Nunca tuvimos la intención de quedarnos aquí. Solo nos terminamos mudando. Yo tenía cuatro años, y mi hermana tenía ocho”, explica María Isabel. “Hasta entonces habíamos vivido en el pequeño pueblo donde nacimos mi hermana y yo, Boquillas del Carmen. Es un pueblo minero muy pequeño … que no tiene muchas oportunidades. Es muy pobre y afligido”.
Los municipios de la frontera mexicana con los Estados Unidos, como Boquillas del Carmen, están solo a minutos de los varios puertos de entrada a este país que se establecieron cuando Estados Unidos se apoderó de 851,300 kilómetros cuadrados de tierra mexicana en 1848, después de la invasión a México por parte de Estados Unidos. Hoy, María Isabel y muchos más como ella enfrentan los desafíos de haber nacido en el “lado equivocado” de esa frontera artificial.
Con dos hijas, sin casa propia, y sin ninguna otra oportunidad, el padre de María Isabel comenzó a trabajar en los Estados Unidos todos los fines de semana, un recorrido relativamente fácil en esa época. Eventualmente, estas circunstancias presionaron a su familia a mudarse. María Isabel explica: “Mi mamá se cansó de estar tan lejos de él por tanto tiempo; simplemente no estaba funcionando. Papá no pudo encontrar trabajo en Boquillas del Carmen, entonces decidió trasladarnos temporalmente a los Estados Unidos hasta que pudiera mantenernos”.
Al principio, la relación entre María Isabel y su tierra natal no fue afectada por la mudanza. Ella explica: “Una diferencia que tenía yo con la mayoría de mis compañeros indocumentados, es que nosotros cruzábamos la frontera con frecuencia, de ida y vuelta, con una visa de visitante”. Pero un día esa visa se venció. “Nunca pude volver a ver a mi familia, se volvieron como desconocidos y me veían como una desconocida. Es algo muy complicado y de cierta manera te sientes separada de tu cultura, de donde vienes”.
Poco después, a María Isabel le ofrecieron un puesto en una escuela secundaria para estudiantes avanzados, debido a su excelencia académica. Ella reflexiona que esta fue probablemente la primera vez que fue consciente de su estado como indocumentada, “Fui allá y era una realidad muy diferente. Era la primera vez que interactúe con gente gringa. Vivía en un área residencial muy segregada y en mis escuelas había muchos estudiantes negros, hispanos e indígenas. Simplemente no veía gringos”, cuenta.
El momento en que realmente entendió su estado como indocumentada fue alrededor del séptimo grado, cuando un estudiante en su clase hizo un comentario sobre los “Illegal Aliens”. Este término desconocido llevó a que María Isabel hiciera una búsqueda en Google que cambió su vida y su percepción de sí misma. Ella recuerda, “Al ver los comentarios realmente inhumanos que hacía la gente … sentí que simplemente no pertenecía aquí y me quería devolver”.
María Isabel se caracteriza a sí misma como una persona optimista, alguien que cree firmemente que todo saldrá bien. En bachillerato, esta actitud positiva la llevó a inscribirse en el programa DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia), la iniciativa del presidente Obama para apoyar a los jóvenes Dreamers. Después de presentar su solicitud, ella dice que pensó: “Ahora podré trabajar y podré obtener una licencia de conducir, pero aún no puedo salir del país y todavía no califico para muchas cosas. No califico para recibir ninguna asistencia del gobierno”.
Poco después de que María Isabel se registrará como DACA Dreamer, comenzó la nueva administración presidencial, que actualmente amenaza mucho al programa. Cuando surgió la noticia que el presidente tenía la intención de rescindir DACA, dice María Isabel: “Recuerdo que una maestra que sabía de mi estado me sacó de la clase y me dijo que tenía que esconderme … me hacía sentir como una criminal.” Fue entonces cuando María Isabel comenzó a sentir el miedo por la destrucción del sueño de sus padres.
Ella explica que se enfrentó a “esta extraña dualidad de estar en una tierra que no es su hogar, que no es nuestra, que no es su territorio, pero tampoco puede ir al lugar donde nació, y realmente nunca sabe dónde es su hogar”. El estado como inmigrante indocumentada de María Isabel resulta de la colocación de una frontera artificial dibujada sobre tierra robada, es una consecuencia del imperialismo.
Después de haber vivido toda su vida frente a esta frontera artificial, María Isabel reflexiona: “Estamos todos en esta tierra robada. Las fronteras no son reales. El estado federal es cruel y divisivo. Ha sido creado sobre una base de violencia y la única razón por la que sigue existiendo es porque continúa perpetuando un ciclo de violencia entre los más marginados de nuestra comunidad”.
María Isabel comenzó esta entrevista enfatizando que su experiencia no refleja la de cada estudiante indocumentado en los Estados Unidos. En sus palabras, “Es importante establecer que mi historia no cuenta la historia de todas las personas indocumentadas. Mi historia viene de mi situación muy específica, de ninguna manera es una representación de lo que viven todos los estudiantes indocumentados”.
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